Hangzhou es una de las ciudad más bonitas que he visto. Es la capital del té verde y de la seda, tiene historia por todas partes, el templo de Lingyin, un gran centro de medicina oriental y un lago de belleza incomparable, el Xi Hu o West Lake o lago del Oeste.
Imagen: Eva Rodríguez Braña |
Hangzhou
Tengo que empezar diciendo que nada más llegar a Hangzhou ya me di cuenta, que iba a tener que borrar eso de que los chinos no son la alegría de la huerta. Eso son los de Shanghai porque los de Hangzhou saben apreciar la vida en todas las facetas ¡qué ciudad! Además de preciosísima, ¡marchosa como ella sola!
Ya a la entrada se escuchaba el “El cumpleaños feliz” a todo volumen. ¡Qué alegre! Y durante dos segundos pensé que, como Hangzhou está hermanado con Oviedo, igual es que estaban dándome la bienvenida. ¡Por pensar, vaya!
Llevábamos unos 15 minutos con el coche dando vueltas por la ciudad, y la música del “Cumpleaños Feliz” nos acompañaba todo el tiempo….. miento, se paraba unos segundos de vez en cuando y volvía a empezar de nuevo. Yo miraba a las farolas, pero esta vez no eran las farolas las que emitían la música. Hasta que ya bien entrados en la ciudad y, en un semáforo, se paró la cuba de riego a nuestro lado y nos dimos cuenta que eran ellos los culpables de tanto “cumpleaños feliz”. ¡No está mal! El problema es que no había una sola cuba de riego, sino varias y toda la ciudad -¡toda!- tenía el mismo “guirigay del cumpleaños”. Bueno, mira, te ponían contento aunque pensaras que te caían los años en cadena sin poder protestar!
Hangzhou. Imagen: Eva Rodríguez Braña |
Hangzhou. Imagen: Eva Rodríguez Braña |
Yo pensaba que los alcaldes de grandes ciudades, necesitarían pasarse por aquí para aprender a hacer las cosas con tanto gusto porque se te queda la cancioncita metida en el cerebro y te pasas el resto del día tarareándola y como pegando saltitos!! ( bueno a nuestros dos chinos que nos acompañaban en el viaje les entraba por un oído y les salía por otro). Es decir, los ciudadanos están contentos y las cubas de riego tienen también usos multidisciplinares.
También pudimos comprobar que los adornos de navidad seguían en su sitio porque para ellos no significan nada, y, pensándolo bien, es un engorro ponerlos y quitarlos, cuando pueden adornar todo el año. Después de todo, en los supermercados, suenan los villancicos constantemente porque tampoco saben qué tipo de música es: sencillamente les suena bien!! Es decir, que los extranjeros vivimos en una navidad permanente.
Y a las 11 fuimos a comer a un sitio chino de esos enormes donde caben como 400 o 500 personas (tienen que hacerlos así de grandes para que les quepan todos). Y esperando por la comida, empezaron a sonar unos maullidos de gato que se repetían y repetían y que cuando llegó el pollo entero pero con la cabeza y el pico al natural, ya no pude más y dije: ¿Qué os parece si damos la cabeza a los gatos? Y los dos chinos por poco se descojonan de la risa. ¿Qué gatos? ¡Es el sonido del teléfono!
¡Jo, que plancha! Yo debería haber pensado en algo así porque, después de todo, tengo amigos que tienen “kikirikis” en el teléfono. Pero creo que en aquel momento lo único en que pensaba era en deshacerme de la cabeza y de las patas del pollo…… ¡no fuera a tocarme a mi!
¡Jo, que plancha! Yo debería haber pensado en algo así porque, después de todo, tengo amigos que tienen “kikirikis” en el teléfono. Pero creo que en aquel momento lo único en que pensaba era en deshacerme de la cabeza y de las patas del pollo…… ¡no fuera a tocarme a mi!
Hangzhou. Imagen: Eva Rodríguez Braña |
Por la noche, fuimos a la orilla del lago a bailar con la población local china: dos pasitos para aquí, tres para allá, media vuelta. ¡qué manera de socializar: todos se peleaban por enseñarnos a bailar! La cosa debía de ser más concienzuda porque nos daban muchas explicaciones, pero como no entendíamos, nosotros hacíamos sólo lo que podíamos y sonreíamos. Después de todo, dos de nosotras éramos de “Xibanyá” (España) que quiere decir “dientes”, de modo que enseñábamos los dientes….. en el buen sentido de la palabra, claro..
Hangzhou. Imagen: Eva Rodríguez Braña |
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