Eran poco mas de las dos de la tarde. Acabábamos de comer y, en Pennsylvania St, en Washington DC, había poca gente en la calle: la gran mayoría de los americanos comen entre las 12.00 y la 1.00. y, por lo tanto, la gente estaba de vuelta en sus oficinas. Y de repente las sillas empezaron a temblar y las mesas y el suelo también. La gente en la calle quedó desconcertada durante unos segundos....¿pasó algo en el metro?, ¿quizás un atentado terrorista? Inmediatamente empezamos a movernos hacia lugares más despejados.
No habían transcurrido más de 3 minutos, cuando miles de empleados procedentes de todas las oficinas públicas y privadas salieron ordenadamente a la calle. Cada uno de ellos sabía hacia que punto de la calle tenía que dirigirse para encontrar al resto de sus compañeros de oficina y así poder contabilizar si a alguno de ellos le había pasado algo. Y diligentemente – sin prisas pero sin pausa- se iban dirigiendo hacia su punto de encuentro. A los 4 minutos, todos sabíamos la intensidad del terremoto y la policía empezó a estar disponible cada pocos metros. Antes de 15 minutos, todos los empleados supieron que las oficinas estaban cerradas para el resto del día por miedo a una réplica y, ordenadamente, podían subir a recoger sus cosas. Los museos evacuaron a la gente en un tiempo record. El metro cerrado. ¿Cómo podían estar tan organizados para conseguir tanta eficiencia en unos pocos minutos? Aunque las lineas telefónicas se colapsaron, la lección desde el atentado del 11 de septiembre, 2001, estaba aprendida y habían ensayado desde entonces -durante muchas veces- la evacuación de sus edificios en cualquier tipo de suceso que suponga la movilización de grande masas. Pensé que me merecía un gran respeto un pueblo que logra sacar aprendizajes de los malos momentos y que sabe posteriormente implementarlos diligentemente. A parte del 11 de septiembre que también viví en DC, nunca habia visto tanta gente movilizada con tanto orden en 3 o 4 minutos. ¿Qué puedo decir?
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